domingo, 4 de mayo de 2008

EL MONSTRUO DE AMSTETTEN

Docenas de interpretaciones se han dado sobre el suceso que acapara la atención de todo el mundo en la última semana. ¿Cómo es posible que un hombre mantenga a su hija escondida en el sótano durante 24 años, sometida a abusos de todo tipo, y haya tenido siete hijos con ella, sin que nadie se percatase de ello? En verdad, resulta incomprensible. Nadie, en dos décadas y media, se dio cuenta de la pesadilla que tenía lugar en el subsuelo de la casa de Josef Fritzl. Cuando creiamos que el récord era propiedad del secuestrador de Natascha Kampusch, que escondió a su víctima durante ocho años, el caso de Amstetten nos devuelve a una siniestra realidad.
Casualmente, los dos macrosucesos han tenido como escenario Austria. ¿Casualmente? La sociedad austriaca vive anclada en sus propias contradicciones. Los austriacos son recelosos y taciturnos. Su sonrisa, amabilidad, caramelos Mozart y sus idílicos paisajes esconden un victimismo que viene de mucho más atrás del Anchluss (anexión al III Reich en 1938), que toda la ciudadanía aplaudió como un solo hombre. Un dato algo escabroso es que cuando Austria representaba el 5% del territorio del Reich, un 70% de las SS --entre otros cometidos guardianes de los campos de exterminio-- eran austriacos. Y tras la guerra aparecieron como víctimas, no como verdugos. Bien pudo el señor Fritzl utilizar los manuales de las SS para concebir sus aberrantes prácticas, basadas en la implantación de un horror sistemático. Ello, unido a la política de no meterse en casa del vecino bajo ningún concepto, han propiciado un caso tan inexplicable. Si hay juicio, habría que juzgar a todo el pueblo de Amstetten, a toda la Baja Austria, a todo el país, pero como ocurrió con los que contemporizaron con los asesinos de judíos, la historia no está para asumir demasiadas responsabilidades.

1 comentario:

Javifields dijo...

jeje dando leña a los austriacos

a ver cuándo echamos unoz zumos

saludos